18 may 2012
Casas Chorizo
Chorizo también es una casa
17/05/2012
POR MIGUEL JURADO * - mjurado@clarin.com
Las clásicas viviendas en terrenos de 8,66 de frente reinaron entre 1890 y 1930. Y asombran a arquitectos extranjeros.
TÍPICA. Con espacios amplios. La mayoría ya fueron recicladas.
TÍPICA. Con espacios amplios. La mayoría ya fueron recicladas.
Yoshi está fascinado con las casas chorizo, quiere conocer todas la variantes que existen. Yoshiharu Tsukamoto es japonés, doctor en Arquitectura y profesor en Tokio. Vino a Buenos Aires a dar un curso en la Universidad de Palermo y quedó fascinado por las casas chorizo, un tipo de vivienda que le parece increíblemente adaptable. Le traduzco en inglés la palabra chorizo y se mata de risa con Taku Sakaushi, el otro profesor que vino a Buenos Aires por el curso. Dicen algunas palabras en su idioma y vuelven a reírse repitiendo: chorizo, chorizo . Les explico que la palabra viene de la semejanza que tiene la sucesión de cuartos en un lote con el embutido atado con piolín. Me escucho y yo mismo no me lo creo ¿Quién habrá inventado una historia tan absurda? Yoshi y Taku vuelven a reírse.
Digo que la casa chorizo es un producto rioplatense que viene de la casa romana con patio central y de la colonial con tres patios sucesivos. Los japos me miran asombrados, cada tanto emiten una especie de ¡oh! Me parece que los he cautivado. Empiezo a contarles de la Ley de Indias, de la fundación de ciudades cuadriculadas durante la colonización española y del lote de 10 varas que da los 8,66 de nuestros terrenos. Los profesores ya no se ríen ni hacen ¡oh! Creo que los estoy aburriendo.
Yoshi y Taku son expertos en arquitectura, describen el desarrollo de Tokio mostrando tres generaciones de vivienda. Con lo poco que les explico de Buenos Aires, esbozan un teoría generacional de las viviendas porteñas. La primera generación, la etapa colonial. La segunda, la de las casas chorizo. Desde las iniciales con patio adelante y limonero, galería y patio atrás con la higuera, hasta los largos pehache de dos y tres pisos con patios sucesivos y largos pasillos. La tercera generación corresponde a los edificios racionalistas construidos entre el 30 y el 50, con frentes blancos, ambientes espaciosos y materiales nobles. La cuarta generación llega hasta hoy desde los edificios de departamentos construidos por ingenieros en los 60, con balcones corridos y barandas de fierritos verticales. Me quedo asombrado por la lucidez de su análisis.
Les prometo ir a ver una casa chorizo en vivo y en directo. Pienso en llevarlos a la casa de Berto que es arquitecto y va a entender el interés de los visitantes. Pero en esta época del año, el sol no llega al patio de la casa y Berto se deprime. Pienso en la casa de Male y Fabián pero me da no sé qué caerle con los japos y sus cámaras. Decido llevarlos a casa, un pehache reciclado en onda moderna pero que conserva carpinterías, paredes y pisos originales.
Yoshi llega con Momoyo Kaijima, su mujer, arquitecta y profesora también. Les muestro la casa y el pasillo que lleva a los departamentos del fondo. Momoyo hace un largo ¡oh! Y saca fotos. Les cuento que todas las casas chorizo tienen cuartos de 4 x 4 metros y entre 3,5 y 4 metros de alto. Que la mayoría de las ciudades argentinas fueron construidas con este tipo de vivienda entre 1890 y 1930. Les explico que el sistema para construirlas estaba increíblemente estandarizado, con carpinterías iguales y colecciones de ornamentos que elegía cada propietario a gusto y piacere.
Con cada afirmación mía, los japoneses emiten unos largos ¡oh! Los tengo fascinados. Los llevo a ver unos restaurantes de Palermo construidos en viejas casa chorizo. Yoshi y Momoyo sacan fotos a repetición. Los dejo en una parrilla para que degusten la carne argentina y les digo que ahora iban a probar los verdaderos chorizos. Yoshi y Momoyo dicen una palabras en japonés y se matan de risa. Sonrío y me voy.
Vuelvo a casa y le digo a mi hijo Emilio que los japoneses se súper entusiasmaron con el cuento de las casas chorizo, que no salían de su asombro y que todo el tiempo decían ¡oh! Emilio que salió un tiempo con una descendiente de japoneses, me explica que esa expresión es pura cortesía, un gesto de educación. Elijo no creerle.
* Editor Adjunto ARQ
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